18.7.06

Porque tú no estás

I

Pensé que había vencido,
pero la victoria es siempre pasajera:
la mía duró poco, duró lo que duran tus caricias
y tus besos.

Al fin pude besar de nuevo
ese rostro hermoso tan desconocido,
ése que una vez fue mío,
y hoy
besa a otro
sin mayor sentido.

Tus manos,
que un día acariciaron la Luna,
hoy acarician su cintura,
pensando tristemente en mí.

¿Qué hacer sin tus caricias
y sin tus amargos besos?

Resignado al silencio,
le digo adiós a mis sueños,
saludando al cielo, al ave,
a la muerte.

Camino
recogiendo penas escondidas,
para poder aliviar las mías.

Y ahora
sólo escribo,
palabras insuficientes
que de nada me sirven,
porque tú
ya no estás conmigo.



II

Me pongo a llorar
sobre tu recuerdo;
una imagen en la pared
me obliga a hacerlo.

Al verla,
mis ojos creen acariciarte,
mis labios tocarte
y mis manos besarte.

Cada noche
pierdo el tiempo entre tus brazos,
en mi mente.

Con un poema
entre los labios,
me entrego íntegro,
con el alma desnuda
y la ilusión hecha pedazos.


III


Todo se fue rápidamente,
sólo quedan cicatrices
del recuerdo
y
del olvido.

El eco de las sombras me persigue,
por debajo de las piedras,
de los mares
y de mis palabras.

No tengo a dónde ir,
el fantasma tuyo no me deja en paz.

Nada más me queda,
los ceniceros vacíos
y las botellas tan llenas,
así lo demuestran.

Caen los recuerdos
sobre este inútil papel;
con ellos mis lágrimas,
haciendo más difícil escribir
y olvidar.


IV

Ya no estás,
te fuiste lejos,
con los ojos muertos
y una sonrisa
falsa.

Sólo mis lágrimas humedecen mi corazón,
sólo ellas lo hicieron más blando,
sólo mis lágrimas quedaron.

Los muertos me esperan sonrientes,
un alma nueva,
ya sin vida
ni sueños.

Ahora
sólo la muerte me acompaña,
me guía.

Tomó tu lugar.

Va conmigo,
cruzando mis paisajes internos,
hasta llegar
a la misma puerta del sepulcro,
donde siempre
te esperaré.



(Escrito un 14 de febrero, cuando todavía estaba sobrio)


P.J.